- No tengo dinero, contesta desabrido.
- Señor, lleva pegado a su zapato un largo papel...
- Ah, perdone. Estoy harto de que me pidan dinero.
- Gracias a Dios, no lo necesito. Usted lo pase bien.
(Se quedó confundido, ya sin la ristra que arrastraba en su zapato).
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