domingo, 20 de agosto de 2017

No había bolardos en las Ramblas de Barcelona.

El gobierno de Puigdemont y la alcaldía de Ada (cuidado, no Hada), había rechazado el consejo del ministerio de Interior a raíz de los últimos atentados sufridos en Inglaterra, Alemania y Francia.  Una recomendación nacida del sentido común que, mentes que no estén bloqueadas por el delirio independentista y las más rancias demagogias, hubieran, al menos, tenido en cuenta. Pero creer que Puigdemont y sus satélites así como Colau y sus íntimos podían haber actuado con un mínimo de raciocinio, es pedirle cotufas al golfo.  ¿Hubieran podido evitar los bolardos la matanza? No lo sabemos; si sabemos que puede que se hubiese podido evitar semejante matanza.  La sociedad occidental está enferma. Eso lo saben muy bien los sociólogos, los psiquiatras, los antropólogos y los expertos en el comportamiento humano. Uno de los síntomas de su enfermedad es que carece de bolardos sociales para su defensa, para ser fuerte y para hacer frente al desafío de quienes van a por ella al precio que sea.  Los bolardos sociales que protegían a los ciudadanos de quienes, aprovechando los resquicios de la ley, los amenazan en cualquier sentido; han sido desmantelados por una tolerancia mal entendida, por una igualdad imposible, por un buenismo nauseabundo, por una multiculturalidad que ha fracasado rotundamente, por un relativismo fétido y, últimamente según algunos partidos políticos, por un plurinacionalismo que rompe, fractura y separa.  Todos ellos han derribado los bolardos que las sociedades fuertes y sólidas colocaban entre la paz, la justicia y la ley y los que quieren destruirlas para que no fueran arrolladas y avasalladas por los vehículos del fundamentalismo, la tiranía, la demagogia y los populismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy plenamente de acuerdo con usted catedrático Taif.La izquierda no quiere Fuerzas del Orden,quieren el caos que es el medio en que se desarrollan los gusanos.Cuando oigo a algunos jovenzuelos a veces tardo más segundos de la cuenta en percatarme que el odio que lleva su lenguaje está fundado en mentiras que yo desde bien pequeñito no las hubieras creído,porque nací intuitivo para detectar muchas mentiras.