Tal vez, no le quede más remedio que proponerlo como cuando lo de la OTAN. Felipe González ténía miedo de no obtener el SI. Volvió a darse cuenta hasta qué punto lo suyo no era nada más que una secta de devotos y fanáticos, ese tipo de religión acomodaticia que te pomete el cielo en la tierra, sin necesidad de confesarse, con derecho a medrar y hacer dineros "como sea" o, anclado como una lapa, a quejarse y culpar a los demás de lo mal que va el mundo. Cualquier consigna tendría carácter de dogma y sería acatada "per inde ad cadaver" ("como obedece un cadáver", metáfora jesuítica). Lo que pasa ahora es que ZP se cree dios, fuente de toda energía. Limpia, claro.
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