Artes y de las Ciencias de Valencia. Entre sus figuras Cipriá Ciscar, Zaplana, Camps... (Lerma se ha ido a cagar).
El cierre de Canal Nou (el juguetito de Cipriá, Guerra dixit) refleja el fondo profundo que pudre y abona la conducta en muchos de nuestros partidos políticos. Dígase lo mismo de otros canales, estrategias de comunicación, aeropuertos, estaciones, edificios alejados de las necesidades reales de los ciudadanos, excentricidades y megalomanías con sus correspondientes mamandurrias, malversaciones y despilfarros. Todo dedicado a la exhibición de "su" poder y de su mantenimiento en manos de las propias mafias. Parece que estuviéramos secuestrados por sujetos con delirios de grandeza, desviación psicopática y cobardía...
Aparece cada vez más claro que dividir una nación en distintas nacionalidades desde la superior y aséptica definición como estado tiende a la atomización nacional en nombre de las emociones rebañales de sus gañanes, imprescindibles como instancia suprema y, por tanto con voluntad de convertirse en estadillo, en taifa. Ha sido la fórmula por la que se ha secuestrado el poder de los constituyentes remitiéndolos a una condición de figurantes de organizaciones mafiosas convenientemente entretenidas por coros y danzas típicos, el fútbol, pan y toros. Un disparate. La condición de España como unidad de convivencia lo dice la historia desde la geología y geopolítica más primitivas, Que los ciudadanos hayan sido víctimas de las distintas denominaciones de sus amos, gañañes, reyes o jefecillos lo confirman sus trasterramientos y el mestizaje más acá de la siempre inquieta condición humana y su derecho a la innovación furtiva. Sabemos, definitivamente, que no hay otra organización entre ciudadanos libres e iguales que aquella que se provee de mecanismos eficientes y funciones eficaces que hagan posible la autentificación real de la condición de iguales y libres de todos los hombres.
Así que, fuera el encanallamiento de tanto polichinela que usa la xenofobia a beneficio de su particular inventario. ¡Fuera taifas!
Aparece cada vez más claro que dividir una nación en distintas nacionalidades desde la superior y aséptica definición como estado tiende a la atomización nacional en nombre de las emociones rebañales de sus gañanes, imprescindibles como instancia suprema y, por tanto con voluntad de convertirse en estadillo, en taifa. Ha sido la fórmula por la que se ha secuestrado el poder de los constituyentes remitiéndolos a una condición de figurantes de organizaciones mafiosas convenientemente entretenidas por coros y danzas típicos, el fútbol, pan y toros. Un disparate. La condición de España como unidad de convivencia lo dice la historia desde la geología y geopolítica más primitivas, Que los ciudadanos hayan sido víctimas de las distintas denominaciones de sus amos, gañañes, reyes o jefecillos lo confirman sus trasterramientos y el mestizaje más acá de la siempre inquieta condición humana y su derecho a la innovación furtiva. Sabemos, definitivamente, que no hay otra organización entre ciudadanos libres e iguales que aquella que se provee de mecanismos eficientes y funciones eficaces que hagan posible la autentificación real de la condición de iguales y libres de todos los hombres.
Así que, fuera el encanallamiento de tanto polichinela que usa la xenofobia a beneficio de su particular inventario. ¡Fuera taifas!
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