El 25 de julio de 1979, en pleno despertar de la fiebre autonomista, el semanario Blanco y Negro publicó una carta al director de una ciudadana vasca llamada María Velasco. Además de denunciar el incipiente adoctrinamiento a los niños en las aulas, a los feligreses desde el púlpito y a todos desde los medios de comunicación, la autora de la carta se dolía con amargura de que, al buscar los defensores de la españolidad de Vasconia ayuda "en quienes, en teoría, deberíamos encontrarla", sólo daban "con unos hombros que se encogen y una voz que se disculpa".
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