«Como todas las del siglo XX, la Revolución Cultural china sucedía en nuestras cabezas, nuestras lejanas cabezas: las de sus creyentes. Era la última sacralidad de la era moderna, el Dios incuestionable de aquellos que soñaron haber enterrado a los últimos dioses; también a los soviéticos, que hipnotizaron a nuestros mayores. La realidad fue la de una matanza desmedida. Idéntica, en lo esencial, a la soviética» (Gabriel ALBIAC: (ABC)
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