tanta historia; el castillo de San Jorge y de la Inquisición, cuyo antiguo aliviadero de cadáveres está redimido por el paseo de la Virgen de la O; el Guadalquivir que mantiene su viejo murmullo a pesar de tanta algarabía y que tantos quisieron conquistar y controlar; la Maestranza donde todavía se mantiene el rito de ser como dioses y alcanzar la gloria en un instante, dominando esa furia de la naturaleza, el toro; la torre albarrana del Oro, ilustre persistencia del disparatado fervor almohade, y más allá el Palacio de los Mompensier, convertido hoy en cueva de ladrones y nido de gusanos... A pesar de todo y de sus gobernantes, Sevilla continúa teniendo un sabor especial. Y, en cada esquina una iglesia, una capilla, una Virgen o un Cristo. Superviviente primordial, entre ensueños y esperanzas, Sevilla continúa siendo una fiesta, por encima de todo.
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