Venía a Lucena por mi fervor judío y a recoger material para una conferencia. Las breves referencias leídas me animaban a acercarme a sus fuentes, su orografía, su aire y su condición de encrucijada. Me ha sorprendido una ciudad tan abierta con un núcleo urbano que fue su corazón en los siglos IX-XI, tan diferente al orillado y oscuro de otros establecimientos judíos en España. Recuperar nuestra historia y nuestra condición judía, cristiana y mora y la huella de la voluntad de supervivencia con sus distintos, trágicos y complejos avatares, claroscuro de nuestra convivencia hasta nuestros días, es una herencia desbordante y un compromiso de fraternidad, ingenio y fortaleza. He tenido la gracia -don más que suerte- de encontrarme con un paradigma vivo de Lucena, al admirado Lara Cantizani, escritor, poeta, profesor, místico y abnegado político como teniente alcalde de la ciudad en un tiempo en el que el servicio público está puesto en entredicho y que él redime con ejemplar esfuerzo. He leído algunos de sus poemas y algunos deliciosos haikus (lo leeré y reeleré todo), en esta noche amable más que la alborada, de entre la prodigiosa y generosa entrega de libros que he recibido de él. Qué soltura y alegría. Aunque se que tengo que volver a "mirar las cosas desde dentro", una y otra vez, el panorama es estimulante y agradecido.
Mañana, desde la atalaya del Santuario de Nuestra Señora de Araceli, rezaré dando gracias porque Él continúa haciendo maravillas desde tanta historia acumulada hasta la filigrana barroca en San Mateo
y en la generosidad, gracia y talento de Lara Cantizani.
Mañana, desde la atalaya del Santuario de Nuestra Señora de Araceli, rezaré dando gracias porque Él continúa haciendo maravillas desde tanta historia acumulada hasta la filigrana barroca en San Mateo
y en la generosidad, gracia y talento de Lara Cantizani.
De corazón, gracias por tanto todo.
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