Es el protocolo del delirio de grandeza. Estos representantes de un imperio de juguete, tramoyistas de profesión, personajillos cuya relevancia es dar el pego para enmascarar organizaciones tribales bajo la apariencia de democracia, deberían rendir tanto cuento a los ciudadanos y entregarse a la promoción de una democracia siempre austera con dirigentes preparados y eficaces en una organización eficiente. El control de su rendimiento debe ser trasparente y permanente.
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