quedó varado. En este extremo de Europa, en esta última ínsula extraña y benéfica, otra orilla de África, acudimos a hablar de España y nuestra ciudadanía y surgió el soneto que sigue:
Al extremoso lugar de la tierra,
Al que muchos llaman la piel de toro,
Peregrinan en busca del tesoro
Que, amalgama de mar y fuego, encierra.
Eclosión de encuentros y simientes,
De silbos, cantos, bailes y delirios,
Son mestizos de virtudes y vicios,
Entre sanchos y quijotes, sus parientes.
Fueron héroes, conversos y marranos,
Hidalgos soñadores, perdedores,
Toros, ardillas, canarios, milanos;
Sabios, tunantes, siervos y señores
Se hicieron con su esfuerzo, ciudadanos,
Libres e iguales, sus sueños mejores.
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