urde su magia magiosa y crisposa, casposa, burda, zafiota y pegajosa, según sus artimañas de costumbre. La estrategia es muy simple: Poner en movimiento sus malos pensamientos y agitar sus malas acciones y costumbres. Proyectarlos en sus inocentes enemigos (como hizo Pepiño con Acebes, chico bien educado para quien gritar, mentir o insultar han sido siempre un pecado y, sobre todo, una incomodidad). Llamarlos crispadores. Pepiño y sus camaradas son los únicos innovadores de la "crispación". Crispación sólo hay una, la de Pepiño y sus amiguetes.
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