Es la integración torpemente identitaria. Las habaneras han sido siempre de todos, incluso en catalán. Ya las cantábamos en tiempos de Franco. Pero, hay que rendirse a ellas, como a la lengua, que yo aprendí líbremente en la calle con toda naturalidad. Integración por cojones, advertida la precipitada extinción de esas identidades corruptas. Por amor y emulación estaba siendo más fácil y simpático...
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