lunes, 22 de julio de 2013

Te cuento, como te dije, mi peregrinación a Montserrat:


QUIS ASCENDET IN MONTEM DOMINI? (¿Quién subirá al monte del Señor)
Me he decidido a acompañarte en esta última peregrinación mía, esta vez a Montserrat. Continúa haciéndoseme nueva, por mucho que la haya reiterado otras veces, apenas adolescente.
Tu compañía me hará mejor, buscando este horizonte de puntas de sierra, acogedor, misterioso, espiritual e íntimo.
Este promontorio y extraño macizo es un sedimento pétreo del terciario que se levanta a cincuenta kilómetros de Barcelona.







Su configuración es la del monte fascinante y tremendo donde pudieran habitar tanto los dioses antiguos como los fantasmas más extraños y poderosos que encanta y promueve la fantasía. Acercarse a él aproxima a una experiencia sobrecogedora. Aparece como un lugar de manifestaciones nouménicas, donde la naturaleza exhibe su poder, tanto aterrando a los hombres entre intempestivas tormentas, rayos y truenos, como seduciéndolos con sus formas sorprendentes, divinas y fantasmales, su luminosidad única y claroscuros, su férvida vegetación, su breve fauna contada y sus persistentes aguas corrientes. También aquí, se han hecho sitio ángeles y demonios y los habitantes misteriosos de todos los cuentos. Muchos de ellos, permanecen acechándonos convertidos en piedras y ocultos en las grietas de los peñascos (Son famosos nombres las Agujas de los frares encantats, la Preñada, la Trompa del elefant, la Momia, la Momieta, el Pebrot, el Sereno, el Pito del Sereno...yel que todo el mundo reconoce sobre Monistrol, el Cavall Bernat...
Allí accedieron los hombres a encontrarse con Dios o con la madre naturaleza. Hubo ermitaños que, en soledad, y dedicados a la oración y al silencio, habilitaron cuevas, abrieron caminos sagrados y viacrucis, construyeron capillas y, como desde la fundación de la orden benedictina por San Benito, levantaron iglesias y conventos. 
Coinciden aquí, en este tan famoso monasterio, una comunidad de benedictinos dedicados a la oración, al rezo de las horas, a las celebraciones litúrgicas (con atemperado maestro de Coro incluido) y la unción sublime del gregoriano, al silencio y a la
investigación; y la Santa Cueva donde reza la tradición que se encontró a la Virgen Santísima. El calor devoto de las velas y el barniz la convirtieron para siempre en la Moreneta (calificativo antiguo que la Iglesia supo atribuir a María, evocando aquel pasaje del Cantar de los Cantares "nigra sum sed formosa, filiae Jerusalem"). Este es el lugar preciso de uno de los los santuarios más famosos de la Cristiandad, dedicado a la Santísima Virgen María de Montserrat, con su primoroso camarín, adonde acuden los peregrinos tras largas colas.
Es de admirar su muy cuidada y valiosa biblioteca, su rico e instructivo museo y el escenario superior único, tan natural como sobrenatural que, pétreo y espiritual, es capaz de convocar a cuantos peregrinos
vienen de todas las partes del mundo, por su fascinación, al borde siempre del vértigo y  acompasada, incluso, por el rítmico repicar de sus campanas que marcan el correr del tiempo.
Nos hemos alojado en su famosa hospedería.
Se puede subir entre veredas y senderos conocidos, por carretera, en el tren cremallerra y en el aéreo.

Cogimos el camino de San Jerónimo, el lugar más alto del macizo, para contemplar un panorama único. Recuerdo que, desde aquí, uno de mis compañeros, lanzó las hojas de los apuntes de Magisterio, prometiéndose no volver a estudiar más. Promesa que yo no hice intuyendo que nunca dejaría de hacerlo.
Luego, ya solo, recorrí las piadosas estaciones del Viacrucis, entregado a la prodigalidad del Señor, meditando y contemplando cada misterio.
Al subir desde las Celdas al Monasterio, pasados los servicios, limpios, abundantes y cuidados (uno de los mejores indicadores del respeto a ciudadanos y clientes, normalmente bastante abandonados), llegado la Plaza (compuesta de varias plazas más pequeñas en planos distintos), encuentro, en el muro de la izquierda, una escultura de Subirats, 

indicando a Montserrat como símbolo de la Identidad de Cataluña. Eso de las identidades me repatea. Sólo me orienta aquella que se dice en el evangelio de San Juan, cap.1, "neque ex voluntate carnis neque ex voluntate viri sed ex Deo nati sunt" que es la que identifica a todos cuantos nos acercamos al Santuario de la Moreneta (no se puede ser condescendiente con esas bobadas que, luego, acaban imponiéndose, penosamente). 

El atrio del templo es majestuoso. En su fachada se distinguen tres espléndidas balconadas.
 
Antes de entrar, a la derecha y todavía en la plaza, hay cuatro arcos, a cuya derecha también, se encuentran las estatuas de los grandes educadores de de la Iglesia, entre ellos San Juan Bosco.

Ahí, de jovencito, me hice con algunos de mis compañeros, una fotografía con barretina.
El Pórtico de la fachada principal de la Basilica, 
es un conjunto muy hermoso y cuidado, cuajado de estatuas y murales ejemplares.

La nave central de la Basílica está cubierta de arcos góticos redondeados y apoyados en las gruesas paredes que separan las seis capillas en cada una de las naves laterales, donde se encuentran estatuas y cuadros de excelente factura y emoción espiritual, como este Descendimiento:
Su estilo, como el de su decoración es ecléctico, fundamentalmente de transición del gótico al renacimiento con sus restauraciones y añadidos.
El conjunto de lámparas que rodean la nave central es de rica orfebrería y, con la profusión de dorados en la decoración, le dan un devoto aire bizantino.
En el altar mayor se destacan las pinturas propias del modernismo catalán y su baldaquino-corona. Las sillas neogóticas del Coro que rodean al Presbiterio son también neogóticas.





El camarín de la Virgen acoge las más encendidas devociones venidas de todas las partes de Cataluña y del mundo. El silencio es absoluto. Edificante. Si no hay rincón, figura o cuadro que no lleven a la meditación y a la devoción, la capilla que se encuentra detrás del camarín, es un lugar privilegiado para el recogimiento. Forma un conjunto artístico tan acogedor como recoleto y espiritual.
En esta peregrinación, he visitado, en dos ocasiones, este lugar especial y rezado por ti y muy confiado, en tu nombre, por mi.
Esta vez no he podido visitar la cripta, ni la sacristía nueva, ni el coro superior. La última vez, recuerdo la impresión que me produjo la Biblioteca y enterarme de las investigaciones que sobre liturgia y biblia se originaban aquí. También el claustro del Monasterio, la Sala Capitular y el Refectorio.
Recuerdo la austeridad del Monasterio de Santo Domingo de Silos en el que estuve hospedado durante cinco días. Mayor aún, recuerdo, la del Monasterio de los Jerónimos de Santa María del Parral en Segovia, donde también me hospedé.
Siento que eran tantas las cosas y asuntos que me solicitaban que, reconozco, que me ha faltado tiempo para disfrutarlos y para macerar alma y corazón con contemplaciones desbordadas. Hay capillas, cuadros, figuras y, sobre todo, celebraciones, que me han estimulado tanto como para dedicarles cuanto tiempo pudiera necesitar para esponjar, una y otra vez más, mi alma.
Otro lugar que  me ha rendido ha sido el Museo. Muy pedagógico. Hay ejemplares de gran valor procedentes de la investigación sobre el Oriente Bíblico (tablillas cuneiformes, objetos funerarios de Egipto hasta una momia perfectamente conservada, sarcófagos, vasos, estatuillas, amuletos, lámparas, cerámica...) , la Orfebrería de la Sacristía del Santuario (cálices, patenas, custodias, pectorales, anillos, sacras...), la pintura antigua (con obras de Berruguete, El Greco, Caravaggio, Tiépolo, tablas catalanas y castellanas de la época, especial es el cuadro de la Moreneta Reina de un anónimo castellano...) 

y la extraordinaria colección de pintura y escultura catalanas de los siglos XIX y XX  y otros (Ramón Casas, Joaquín Torres García, Joaquín 
Mir,
 

Hermen Anglada Camarasa, Isidre Nonell, Julio Romero de Torres, Picasso,...). No te puedes perder las salas dedicadas a los iconos, originales, preciosos, devotos y muy cuidados.

peregrino
El poder de la naturaleza que he vuelto a comprobar, conduce a la humildad. La vivencia esperanzada de los ritos que se participan, alimenta la fe. Tu recuerdo me estimula a autentificar mi esperanza para hacer más verdadera esta vida, cuyo tiempo he tenido la suerte de compartir contigo, ahora que lo puedo contemplar despaciosamente.

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