Ninguna mano detuvo en el Monte Moira la muerte de tres inocentes. Era la crueldad de Luzbel contra la probada fe de Abraham, el padre de todos los creyentes. Como príncipe de los demonios no podía soportar su sed de sangre y rendición, humillada su rabiosa voluntad de rebelarse contra el Dios de Abraham.
No hay comentarios:
Publicar un comentario