En su reciente viaje y en relación con los atentados de París, señaló que no se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás" y hay que coh.onestar "Los dos son derechos humanos fundamentales, la libertad religiosa y la libertad de expresión". Y para eso, "el papa ha puesto un ejemplo gráfico para explicar su argumento. "Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si Gasbarri [uno de sus colaboradores], gran amigo, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!", ha asegurado.
El papa considera una "aberración" matar en nombre de Dios. "No se puede ofender, o hacer la guerra, o asesinar en nombre de la propia religión o en nombre de Dios", afirmó. "También nosotros hemos sido pecadores, pero no se puede asesinar en nombre de Dios", ha insistido Jorge Bergoglio, en referencia a guerras en las que ha intervenido la religión cristiana"(NOTICIAS DE TVE).
Me resulta simpática la lógica del "puñetazo", esa fórmula de la ley de la selva utilizada por Bergoglio, la más primitiva en el orden de la escala ética. Su proceso ascendente alcanza hasta la más sublime del amor divino, que en Jesucristo en la cruz, con su su superior pedagogía, se pormenoriza en sus siete palabras del Gólgota. Me resulta simpática porque considere que sublimar el automatismo agresivo por defender la propia vida u honra, con un puñetazo, entre dentro de lo normal, apesar de que sea delictivo (la ley impone un mayor nivel ético en la convivencia con el castigo propio de un delito) y aunque comulgue todos los días con El Cuerpo de Cristo, después de que Éste se despidiera en la Cruz perdonando y entregándose al cumplimiento de la voluntad del Padre, a Quien y de Quien se quejaba, desgarrado, por su abandono unos minutos antes.
Esta es la gloria y la grandeza del quehacer y el proceso único de cada ser humano, de cada cristiano en su imitación de Cristo, siempre pendiente y bien dispuesto.
Me resulta simpática la lógica del "puñetazo", esa fórmula de la ley de la selva utilizada por Bergoglio, la más primitiva en el orden de la escala ética. Su proceso ascendente alcanza hasta la más sublime del amor divino, que en Jesucristo en la cruz, con su su superior pedagogía, se pormenoriza en sus siete palabras del Gólgota. Me resulta simpática porque considere que sublimar el automatismo agresivo por defender la propia vida u honra, con un puñetazo, entre dentro de lo normal, apesar de que sea delictivo (la ley impone un mayor nivel ético en la convivencia con el castigo propio de un delito) y aunque comulgue todos los días con El Cuerpo de Cristo, después de que Éste se despidiera en la Cruz perdonando y entregándose al cumplimiento de la voluntad del Padre, a Quien y de Quien se quejaba, desgarrado, por su abandono unos minutos antes.
Esta es la gloria y la grandeza del quehacer y el proceso único de cada ser humano, de cada cristiano en su imitación de Cristo, siempre pendiente y bien dispuesto.
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