"Hace mucho tiempo, tal vez incluso años, que Franco o la Guerra Civil no surgen como gran tema de conversación en una de mis comidas amicales o familiares. No está en el debate cotidiano. Ni siquiera se escuchan chistes sobre él (y algunos constituían la disección más sagaz de una época). Ese olvido social atiende a un enorme éxito: el brillantísimo ejercicio de concordia que fue el pacto de la Transición, del que cualquier país sin el germen del auto odio alardearía con legítimo orgullo. Franco y la Guerra deben quedar hoy para el balance erudito y ecuánime de los historiadores (en España, por cierto cada vez mejores, incluso con más amenidad y mejor prosa).
El PSOE, huérfano de ideas, sin una sola aportación original alternativa en economía, que es el meollo del bienestar, volvió ayer a su comodín: pide desenterrar a Franco y volver a las exhumaciones de las víctimas de la guerra. Sánchez tenía tres años cuando murió el dictador. A su segundo, Luena, le faltaban cinco para existir. ¿Qué rencor raro, estéril y artificioso los lleva a abominar del perdón mutuo de la Transición para echar sal en las heridas de sus abuelos y bisabuelos?"
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