domingo, 30 de agosto de 2015

Nuestra ceguera ante el hambre de la humanidad...

«De­cía ha­ce unos me­ses el Pa­pa Fran­cis­co en un dis­cur­so a la FAO que “el ham­brien­to no pi­de li­mos­na, sino res­pe­to a su dig­ni­dad”. En acep­tar o no es­ta afir­ma­ción es­tá el có­mo uno se si­túa an­te los po­bres de la tie­rra. La lu­cha con­tra po­bre­za que da­ña a las per­so­nas afec­ta a lo esen­cial de los de­re­chos hu­ma­nos y, por tan­to, en ella nos ju­ga­mos el res­pe­to a la dig­ni­dad hu­ma­na, no so­lo la de los po­bres sino la de to­dos». AGOSTO pa­re­ce pe­dir sol y pla­ya, pe­ro es­te año vie­ne car­ga­do de dra­mas hu­ma­nos: las no­ti­cias de mi­les de re­fu­gia­dos hu­yen­do de la gue­rra, la vio­len­cia, las ham­bru­nas o la mi­se­ria de sus paí­ses, de­ses­pe­ra­dos por en­con­trar co­bi­jo en Eu­ro­pa, nos gol­pean día tras día. De­trás de ca­da uno hay si­tua­cio­nes tre­men­das que, al me­nos de vez en cuan­do, bien ha­ría­mos en de­jar en­trar en nues­tra con­cien­cia pa­ra no per­der hu­ma­ni­dad... (Julio L.Martínez: ABC)

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