"Al poco de haber dicho por tercera o cuarta vez la frase «Nene, deja el móvil y ponte a estudiar que mañana tienes examen», la madre le arrancó de las manos el teléfono al hijo, no sin forcejeo supongo, ya que un quinceañero, consentido o no, se rebela con furia ante la confiscación de sus «bienes», y le conminó a ponerse a estudiar lo que fuera. Ignoro lo que pasó al día siguiente en el examen de marras, pero sé que el menor, en compañía tal vez de un tercer familiar, se personó ante la Guardia Civil y acusó a su madre de «malos tratos». El Instituto Armado en lugar de mandarlo a su casa con condescendencia pero también con firmeza, tramitó la denuncia. Que llegó al juzgado correspondiente. Y que debió impresionar tanto a un fiscal de sensibilidad disparada que, después de ser admitida a trámite, elaboró una estupefaciente petición: diez meses de prisión para la madre por malos tratos. La vista se celebró y el juez, un hombre sensato, sentenció que todo aquello era un disparate y que quitar el móvil a un adolescente gilipollas no era maltrato infantil".
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