HACE unos días dos individuos pegaron una paliza a un comandante del Ejército español en Palma de Mallorca. ¿El motivo? Ser del Ejército español. Fue a plena luz del día en pleno centro. Días después fueron detenidos. Esperemos que les condenen a algo más que un fin de semana de inhabilitación y sin chuches. Que es lo que les correspondería si se aplicaran los aparentes baremos de la sentencia contra Artur Mas por lo que de hecho es un golpe de Estado. Porque en algo sí tiene razón Mas: la ley no es igual para todos. Unos pagaron en España por un golpe de Estado con veinte años de prisión. Ahora otros, por lo mismo, pasan dos cómodos años celebrados como perseguidos por una sentencia sin otro efecto que ese rentable victimismo. Todos los golpistas del separatismo en la Generalidad dicen todos los días, por todos los cauces a su alcance que son muchos, que su «prusés» es un golpe de Estado que va a destruir a España como Nación y Estado, dinamitar la Constitución por mil partes y crear una Cataluña independiente. Y los demás, ni caso. ¿Que hay que castigarle un poco? Dos años de inhabilitación. Lo que se penará por arrancar una planta protegida. Menos que por una patada a un burro se paga por patadas sin pausa a las vidas, a los derechos y los intereses de millones de españoles maltratados por la inquina nacionalista. Cuatro años gastando obscenamente el dinero del erario en destruir España y resulta que no hay malversación. Cuatro años presumiendo de sus preparativos, legales e ilegales para el golpe de mano de forzar hechos consumados irreversibles para la nueva República Catalana. Cuatro años dando órdenes contra España con amenazas y recompensas. Premiando deslealtades para la traición suprema. Pues tampoco hay prevaricación, dicen. Estamos en la inopia. Igual que, hagan lo que hagan, apenas se condena a los golpistas, no ha habido forma de que las instituciones de Palma y la región balear condenaran la agresión al militar, que por supuesto se produjo al grito de «fascista». Solitaria ha sido la condena de la delegación del Gobierno. Desde hace tiempo agrede a los militares lo peor de la sociedad española, desde Ada Colau, las huestes comunistas de Podemos, a toda la subcultura del separatismo y el mantra antiespañol. Ya saben que en España nos borraron los uniformes militares de la imagen cotidiana hace décadas. Dijeron que era para no presentar blanco fácil a ETA. Hubo quien dijo que ya entonces era mentira. Hoy lo sería en todo caso. Los uniformes militares retornarán al paisaje a poco instinto de supervivencia que tenga nuestra sociedad. Como lo hará el refuerzo de toda la simbología del Estado. En otros países será un refuerzo de la práctica común. En España supondrá un cambio de paradigma y el fin de una anomalía. No es cuestión de estética sino de seguridad. A la larga, de supervivencia. En España, donde nadie se entera de un golpe de Estado aunque los autores lo expliquen a diario, tampoco hay conciencia aun de la que se avecina en toda Europa. La crisis de la sociedad occidental ya está cambiando los postulados y hábitos del pasado medio siglo, algunos ya auténticos obstáculos para la convivencia racional y para la autodefensa de la sociedad abierta. ¿Cómo de abierta será la sociedad en unas décadas a la vista de movimientos migratorios masivos y nuevas amenazas y conflictos? Nadie lo sabe aun. Pero los cambios están en marcha. Incluso en esta España en la inopia que solo parece recocerse en necias salsas propias. Y a muchos, golpistas o agresores entre ellos, no gustarán nada.
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