En la universidad de Barcelona en la que yo estudié, nos movíamos entre el marxismo militante, el existencialismo, la filosofía del lenguaje y los restos de filosofías aristotélica, tomista... quedando bastante ladeado Ortega y, desde luego, prácticamente ignorado, Julián Marías. Leí con entusiasmo sus debates con el "ya tonto Rubert de Ventós" (luego catedrático de Estética...¡qué morro!) sobre España y el nacionalismo. No puedo olvidar su último texto en el que acababa con el tal Rubert diciendo que le enviaba su desprecio. Me impresionó. Julián Marías me parecía un santo con lo que elevé a categoría de supremo sacrificio y dignidad despreciar las ignorancias, arrogancias y torpezas del mascarrón de Ventós. Luego lo he ido leyendo a trozos. Siempre con devoción y cierto desencanto con sus hijos.
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