viernes, 10 de octubre de 2014

El Estado no puede blandear ni hacerse el

comprensivo y dialogante, ni mendicar. El estado exige el cumplimiento de la ley como expresión de la voluntad de hombres libres e iguales.
El terrible problema que tendremos sería como para alzarse contra los tratantes del estado de derecho, si fuera verdad lo que dice Campmany en LIBERTAD DIGITAL: "La reforma constitucional está siendo destilada en un alambique clandestino para luego embotellarla y venderla como jarabe curalotodo. En principio, parece que los únicos que quieren la reforma, sin decir en qué va a consistir, son la gente de la izquierda no nacionalista. La derecha en el Gobierno parece sólo inclinada a hablar de ello, pero siempre que sea después de que se le diga qué se quiere hacer. Y los nacionalistas afirman con vehemencia que ya nada que no sea la completa y total independencia les satisfará. Todo es una impostura... Los demás tendríamos que conformarnos con ser humildes extranjeros de segunda en Cataluña y avergonzados españoles a este lado del Ebro. Y encima nos pedirán que les aplaudamos con las orejas por haber salvado la unidad de la patria"... Con el riesgo, encima, que describe Joan Tapia: "Rajoy quizás esté ganando la batalla de la consulta pero si no "cambia" -como le pedía ayer desde este diario José Antonio Zarzalejos- puede ir de victoria en victoria hasta la derrota final. Miquel Iceta decía el lunes que Artur Mas hacía teatro y del malo. Es posible. Pero el teatro forma parte de la vida y si los otros locales están cerrados -por orden constitucional- muchos aficionados acaban acudiendo al abierto. Aunque la función resulte decepcionante" (EL CONFIDENCIAL).
El PP y los partidos constitucionalistas (y mínimamente progresistas), deben exigir  TRANSPARENCIA Y DEMOCRACIA a este tratante blandón y leguleyo convertido en trilereo que es capaz de vender su alma al diablo.

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