miércoles, 4 de marzo de 2015

Hemos vuelto a la Exposición de Ana Lilia con ella

de guía. Nos ha presentado una Miscelánea que recoge su obra de treinta años, particularmente de escultura y dibujo.
(Un gallinero humano nos incluye en su corral)
Hemos seguido su proceso de búsqueda artística con una línea conductora que se apunta en el rojo de las bailarinas del Salón de entrada y Planta Baja y abraza todas las obras con un cintillo que alcanza la sala superior como toda su historia, siempre abierta. Ana Lilia, como despedida, nos ha dicho que espera que su arte sirva para pensar y para que la gente se vaya con ese pellizco. Le han prolongado la Exposición dos semanas más por el éxito que ha tenido de público, de interés y curiosidad de la gente.
Es la tercera vez que salgo esponjado, satisfecho y con sugerencias amables que voy saboreando y que quieren poblar mi inquietud creativa, esa que Ana Lilia ayuda a despejar, incluso desde mi compulsiva necesidad expresiva con mis afanes éticos y pedagógicos.
Con frecuencia decía a mi amiga Consuelo que debía retirarme "a serenar mis pasiones" o, de vuelta al fragor del día a día, "serenadas mis pasiones" y, recordándolo ahora, me sucedían, indistintamente, ambas emociones, al salir de la Exposición. El requerimiento de belleza encuentra un insólito estímulo desde las formas más sorprendentes, mujeres y hombres que mantienen su gracia con sus curvas abundosas y colesteroles, tan humanos, gráciles figuras con su gestualidad particular y el sabio y oportuno manejo de materiales diversos... 
Salgo nuevamente estimulado con la excelencia como horizonte, aunque sea entre las urgencias del primitivo que exorciza sus fantasmas en las cavernas o sale con sus flechas a un mundo que requiere radicalidad vital...

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