IGUALDAD, ¿QUÉ IGUALDAD? «Huérfana de ideas
y anonadada por el golpetazo, a la izquierda sólo le queda la igualdad como signo identitario, pero tiene que pedir prestadas a la derecha las soluciones, al carecer de ellas. Lo que ha provocado una lucha interna en la que se imponen los moderados en los países con cultura democrática y los radicales, los duros, los menos escrupulosos en los países sin dicha experiencia» DE las tres divisas de la izquierda –igualdad, libertad, fraternidad–, sólo le queda la primera, la más cuestionable. La fraternidad pereció apenas nacer, al convertirse la guillotina en el juguete favorito de la revolución. La libertad duró hasta que Lenin implantó la «revolución proletaria» en Rusia en vez de esperar a que se produjera la revolución burguesa, como Marx había predicho, lo que condujo a una «dictadura del proletariado» que era en realidad la dictadura del partido. «¿Libertad? ¿Para qué?», preguntaría luego Lenin a un ingenuo Fernando de los Ríos. Queda así la igualdad como clavo ardiente al que agarrarse una izquierda que ha perdido dos terceras partes de su contenido. Hoy podríamos preguntar: ¿qué igualdad?
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