sábado, 28 de marzo de 2015

Lara Cantizani me llevó a recorrer la necrópolis de

(Nuestra Señora de Araceli, a casi 1000 metros sobre la ciudad de Lucena)

Lucena, adonde yo había ido a rastrear las huellas, allí muy especiales, de las comunidades judías en España. Es un hombre polifacético, inquieto y comunicativo en una ciudad cuyo pasado lo merece y que ha asumido la concejalía que está eactualizando el esplendor único de una Lucena gloriosa por tantos motivos en un enclave privilegiado. 
En el centro geográfico de Andalucía, y rehaciendo la ciudad, se va actualizando su vigoroso pasado en cualquier movimiento de tierras. Recientemente, se han encontrado, en el cementerio judío que estaba recuperando con dedicación y mimo Cantizani, unos restos "de un presunto gigante  que vivió alrededor del año 1050, según dataciones con carbono 14 en puntos cercanos a su tumba. Era el ocaso del Califato de Córdoba. El pueblo de Lucena se llamaba entonces Eliossana (“Dios nos salve”, en hebreo) y vivía su máximo esplendor. Funcionaba como una ciudad judía independiente del poder islámico de Córdoba, Sevilla y Granada. “Los musulmanes y los cristianos tenían prohibida la entrada al interior de su recinto amurallado”, explica Botella, director del Museo Arqueológico y Etnológico de Lucena. Según Ibn Hawqal, un viajero musulmán del siglo X, Lucena era la ciudad en la que los judíos castraban a los esclavos para destinarlos a los palacios de los mandatarios musulmanes". Recomiendo la visita de tan originalísima villa, admirable no sólo por su historia sino por su monumentalidad perviviente y única.
(Pequeño paseo por Lucena)

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