de Fernando García de Cortázar... «Porque quizás este menosprecio del cristianismo sea mucho más que un producto obsceno de la estolidez anticlerical. Tal vez sea fruto de una indiferencia ante todo signo vital de una cultura, ante cualquier forma de tradición humanista a preservar. Quizá estemos ante algo mucho peor que una cuestión de creencias, y solo nos hallemos ante el paisaje desertizado de un relativismo que renuncia a reconocer orígenes y fundamentos de cultura, herencias y proyectos de civilización» Oh, Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre». La tragedia que expresaban las palabras de Madame Roland, en aquel otoño parisino de 1793, se convierte en la farsa con que nuestra izquierda vuelve a mostrar su letargia mental, su incoherencia política y su anacrónica saña anticristiana. Porque de eso se trata, y no de mero anticlericalismo, cuando determinadas asociaciones de padres protestan contra la enseñanza de la religión en la escuela pública. De eso se trata cuando un brioso editorial de prensa determina que la religión es un respetable asunto de conciencia, confundiendo esa obviedad con el abandono por el cristianismo de todos los espacios de formación educativa o de propuestas para afrontar esta crisis. De eso se trata, sobre todo, cuando algunos de quienes dicen defender la libertad de expresión pierden su sensibilidad democrática en cuanto aparece el derecho de los católicos a tener una existencia social fiel a sus creencias y, desde luego, congruente con la abrumadora presencia del catolicismo en la realidad espiritual de España.
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