con sorprendentes manifestaciones de fe por las calles alfombradas de flores, tomillo, romero, pinocha, diversas tierras y sales con colores llamativos, rindiendo culto a tan sorprendente misterio, fundamental para los creyentes, el del Cuerpo de Cristo perviviente bajo las especies de pan y de vino. Para muchos podría parecer un conjunto de fantasías delirantes propias del pasado, alienantes del auténtico cuerpo social sobre todo de aquellos a quienes había enviado Cristo a predicar el evangelio. LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN parte de la experiencia de algunos pastores, teólogos y comunidades cristianas que, rodeados de pobreza y de miseria, resaltan la opción por los pobres en medio de un mundo cargado de un mal excesivo. Se centra en que Jesucristo envía a predicar su evangelio a los pobres.
En mis primeros estudios presenté a mis compañeros una ponencia sobre la VIOLENCIA (1968), basándome en los trabajos de Gustavo Gutiérrez, iniciándome en la búsqueda radical de la experiencia cristiana desde la mística al activismo y a la militancia política. Tuve un compañero profesor de Religión en el IB. Albéniz de Badalona, maravilloso, Bofarull, sacerdote de la Fraternidad que pertenecía a una Comunidad de Base con otro cura obrero. Vivían en un Barrio de Pubilla Casas, en un pequeño piso de barriada (por cierto, hecho un desastre). Estaban muy cercanos a militantes de la ORT. Él era un bendito. Era mi confidente. Desprendido y generoso. Empecé a entender con él lo que era la magnanimidad. Mientras tanto, descubrí la gente que pertenecía al PSUC (tenían secretamente copados todos los cargos en el Instituto) y a algunos grupos anarquistas. Me sorprendían la fuerza de arrastre que tenían y sus estrategias. Era lo único que en aquel momento se me pasó por la mente envidiar. Por lo demás, perdonadme la inmodestia, no había ni punto de comparación con nosotros en cuanto al estudio y a la preparación permanente, respeto a la conciencia de los alumnos, dedicación a las clases y relación personal. Ante tanta pantomima redentora del proletariado hecha de paternalismo, irresponsabilidad y praxis de agitación y propaganda, más alienantes, turbadoras y frustrantes que un mal pecado, nosotros nos mantuvimos en un trabajo radical y perseverante. En Manual de invento (1984) ya recojo los fundamentos de nuestra metodología. Por cierto, cito a Paulo Freire en cuanto al derecho a "decir la propia palabra en el mundo" (lo había leído en fotocopias clandestinas) que cohonestaban muy bien con mi aproximación al personalismo cristiano de Mounier y a la psicoterapia de origen psicoanalítico, cuyos fervores febriles entremezclaba entre lo estructural y lo coyuntural. Y la experiencia mística que requería ingenuamente -y todavía no equívocamente- pasar de las fantasías amorosas del Cantar de los Cantares y los poemas de San Juan de la Cruz, tan adolescente yo desde aquel tiempo, a la praxis (en una clase de Psicoanálisis en la Gregoriana de Roma alcé la mano para expetar "cuándo iba a pasar la teología del amor a hacer el amor" con gran escándalo de los allí reunidos. -1975-). Era el "tema de nuestro tiempo", ignorando que ese ha sido siempre el tiempo de Cristo.
La Teología de la liberación remitía a una experiencia radical del evangelio con auténticos ejemplos de fe, de pobreza y de entrega a los más desfavorecidos. Con esa referencia, siempre válida, se podía alimentar también la idea de un proyecto de liberación de los "pueblos", asunto tan político como "arriesgadamente" revolucionario (de hecho algunos de sus sacerdotes y teólogos acabaron en las distintas guerrillas metidos en tales procesos). Articular una economía tan libre y creativa como social y participativa es asunto permanentemente pendiente, considerando la historia de la economía y sus modelos insuficientes (desde el liberalismo depredador al comunismo totalitario) tanto para la iglesia como para los distintos estados, superadas las alternativas asistenciales y garantizados los derechos humanos. Desde el punto de vista espiritual conviene recordar que la condición individual de todas las conciencias es tan particular como su proceso por mucho que la llamada a la santidad lo sea igual para todos los creyentes. Debe entenderse bien "llamada", ninguna referencia totalitaria ni siquiera al "compelle intrare" ("empújalos para que entren") de San Agustín. La Teología de la liberación ha provisto a la iglesia de un modelo de reflexión y praxis que cada cristiano como cada comunidad deberían saber aprovechar.
En mis primeros estudios presenté a mis compañeros una ponencia sobre la VIOLENCIA (1968), basándome en los trabajos de Gustavo Gutiérrez, iniciándome en la búsqueda radical de la experiencia cristiana desde la mística al activismo y a la militancia política. Tuve un compañero profesor de Religión en el IB. Albéniz de Badalona, maravilloso, Bofarull, sacerdote de la Fraternidad que pertenecía a una Comunidad de Base con otro cura obrero. Vivían en un Barrio de Pubilla Casas, en un pequeño piso de barriada (por cierto, hecho un desastre). Estaban muy cercanos a militantes de la ORT. Él era un bendito. Era mi confidente. Desprendido y generoso. Empecé a entender con él lo que era la magnanimidad. Mientras tanto, descubrí la gente que pertenecía al PSUC (tenían secretamente copados todos los cargos en el Instituto) y a algunos grupos anarquistas. Me sorprendían la fuerza de arrastre que tenían y sus estrategias. Era lo único que en aquel momento se me pasó por la mente envidiar. Por lo demás, perdonadme la inmodestia, no había ni punto de comparación con nosotros en cuanto al estudio y a la preparación permanente, respeto a la conciencia de los alumnos, dedicación a las clases y relación personal. Ante tanta pantomima redentora del proletariado hecha de paternalismo, irresponsabilidad y praxis de agitación y propaganda, más alienantes, turbadoras y frustrantes que un mal pecado, nosotros nos mantuvimos en un trabajo radical y perseverante. En Manual de invento (1984) ya recojo los fundamentos de nuestra metodología. Por cierto, cito a Paulo Freire en cuanto al derecho a "decir la propia palabra en el mundo" (lo había leído en fotocopias clandestinas) que cohonestaban muy bien con mi aproximación al personalismo cristiano de Mounier y a la psicoterapia de origen psicoanalítico, cuyos fervores febriles entremezclaba entre lo estructural y lo coyuntural. Y la experiencia mística que requería ingenuamente -y todavía no equívocamente- pasar de las fantasías amorosas del Cantar de los Cantares y los poemas de San Juan de la Cruz, tan adolescente yo desde aquel tiempo, a la praxis (en una clase de Psicoanálisis en la Gregoriana de Roma alcé la mano para expetar "cuándo iba a pasar la teología del amor a hacer el amor" con gran escándalo de los allí reunidos. -1975-). Era el "tema de nuestro tiempo", ignorando que ese ha sido siempre el tiempo de Cristo.
La Teología de la liberación remitía a una experiencia radical del evangelio con auténticos ejemplos de fe, de pobreza y de entrega a los más desfavorecidos. Con esa referencia, siempre válida, se podía alimentar también la idea de un proyecto de liberación de los "pueblos", asunto tan político como "arriesgadamente" revolucionario (de hecho algunos de sus sacerdotes y teólogos acabaron en las distintas guerrillas metidos en tales procesos). Articular una economía tan libre y creativa como social y participativa es asunto permanentemente pendiente, considerando la historia de la economía y sus modelos insuficientes (desde el liberalismo depredador al comunismo totalitario) tanto para la iglesia como para los distintos estados, superadas las alternativas asistenciales y garantizados los derechos humanos. Desde el punto de vista espiritual conviene recordar que la condición individual de todas las conciencias es tan particular como su proceso por mucho que la llamada a la santidad lo sea igual para todos los creyentes. Debe entenderse bien "llamada", ninguna referencia totalitaria ni siquiera al "compelle intrare" ("empújalos para que entren") de San Agustín. La Teología de la liberación ha provisto a la iglesia de un modelo de reflexión y praxis que cada cristiano como cada comunidad deberían saber aprovechar.
2 comentarios:
Hay aspectos en el texto que me recuerdan mi propia experiencia, no vivida con tanta intensidad y recordada con la lectura del libro:
"La ciudad que fue:Barcelona, años 70" de Federico Jiménez Losantos.
Sobre todo por la experiencia del omnipresente PSUC y del que aprendí que se debe evolucionar en constante maduración. Yo me fuí y ellos se quedaron en 1936, con el reloj parado. Sólo puedo decir que el Cristianismo sigue tras 2.000 años y éstos presuntuosos salva patrias y salvadores del género humano, han durado lo que su paraíso soviético, menos de 1 siglo.
Pero no eso, sino que pretenden como ciegos seguir la llamada del iluminado, dando órdenes . Ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Muertos de espíritu ya lo están.. Y ahora de nuevo desenterrar el Concordato quiere pedro Sánchez el nuevo intelectual socialista y La Mezquita según los pijoprogres cordobeses, que en todas partes cuecen habas.
¿Quién gestionará mejor el templo cordobés que una Iglesia Católica que de hecho lo gestiona sin problemas desde hace siglos. Zapatero a tus zapatos. Dientes para el hambre e hijos para padres que no saben serlo....
Garibaldi, eres un admirable luchador del que estarían orgullosos tu padre y tu abuelo, el murciano. Eres asunto y ápice visible de la Cataluña auténtica, la más española que nadie. Por lo menos como la demás. Cuánta culpa ha tenido la izquierda y continúa teniendo, enquistada en sus matraquillas rancias y retontas, al habernos querido someter con el desprecio de "reaccionarios" o "franquistas" (esa condena a muerte social, ese gaseamiento de quienes no nos hemos sometido a su totalitarismo) a su estupidez mesiánica, al detestar la palabra ESPAÑA, ese nombre que nos habilita como patriotas, gente agradecida al legado de sus padres y comprometidos a lo mejor por sus conciudadanos. Esa izquierda merece nuestro más profundo desprecio.
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