He evocado mis paseos por Calella, entre el ahora

y el ayer, con una memoria viva y pendiente.

(queda la sombra de la última incursión en el corazón del tablón de anuncios municipal)

(los nubarrones de ayer y prolongada tormenta de la noche)

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(El Forn de Araceli de mis delicias y wifi)

(En la transitada calle Iglesia, novedades para turistas y vecinos, banderas de España)

(y el ritual del café de la Sala Mozart donde comparto con el mundo el té vespertino)

(la verdad sembrada en el JARDINDILLO DEL DELIRIO  en honor de Rafael Casanova en la Plza. Cataluña).