lunes, 17 de marzo de 2014

Dani me envía el siguiente recuerdo histórico:

"En 1271 Jaime I (rey de Aragón y conde de Barcelona) se esforzó en el Concilio de Lyon, ante Gregorio X, para que se organizara una nueva cruzada; ofreció al Pontífice acompañarle con una hueste de mil caballeros y elogió con orgullo la potencia de la flota catalana. Ante las indecisiones de los demás asistentes a la asamblea canónica se despidió del Santo Padre, abandonó la reunión con los miembros de su séquito y les dijo: Barones, ya podemos marcharnos: hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el honor de España.” 
Los políticos que han permitido planes educativos incidentes en el odio,el separatismo y el rencor, y los que los diseñaron, son CULPABLES, por acción directa y omisión en el deber de erradicar este lavado de cerebro a la juventud.
De la misma manera, cuando socorrió a Alfonso X de Castilla en la lucha contra los moros de Murcia, Jaime I sostuvo que lo hacía "para salvar a España". De manera semejante, el rey Pedro III afirmó que había salvado el honor de España al acudir a Burdeos para batirse con Carlos de Anjou, manteniendo su palabra. 
Y si esto pensaban los monarcas que reinaban –entre otros territorios– sobre Cataluña, no otra cosa pensaban sus historiadores. En el siglo XIV, el catalán Ribera de Perpejá escribió la Crónica de Espanya, en la que señalaba precisamente cómo Cataluña era una parte de esa España despedazada por la invasión musulmana pero ansiosa de reunificación. Y el gran historiador catalán Ramón Muntaner reclamó una política conjunta de los cuatro reyes de España, que son, escribió, "d´una carn e d´una sang".
Por su parte, Bernat Desclot, un autor cuya lectura sería más que sobrada para desmontar la mayoría de las mentiras históricas del nacionalismo catalán, nos ha dejado referencias bien significativas. Por ejemplo, al mencionar la batalla de las Navas de Tolosa (1212) señaló, en su Crónica, que en dicho combate habían intervenido "los tres reyes de España, de los cuales uno fue el rey de Aragón". 
De la misma manera, al narrar un viaje del conde de Barcelona a Alemania para entrevistarse con el emperador, Desclot relató que aquél se había presentado ante su majestad imperial diciendo: "Señor, yo soy un caballero de España". Acto seguido, ese mismo conde de Barcelona había dicho a la emperatriz alemana: "Yo soy un conde de España al que llaman el conde de Barcelona". No resulta extraño que el emperador, según nos cuenta el mismo Bernat Desclot, dijera a su séquito: "(...) han venido dos caballeros de España, de la tierra de Cataluña". 

No cabe duda de que los catalanes medievales –mal que les pese a los nacionalistas– tenían las ideas muy claras, y éstas no eran formar parte de una nación independiente.
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